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1992 es la última creación del aclamado director Álex de la Iglesia, una miniserie de Netflix que ha dividido a la crítica pero que, sin duda, ofrece una nueva perspectiva sobre la trayectoria de uno de los cineastas más controvertidos y polarizadores de España. En un momento en que De la Iglesia parecía haber perdido el rumbo, 1992 emerge como un renacimiento creativo, un triunfo de estilo sobre sustancia que logra evitar el hundimiento gracias a las brillantes interpretaciones de Marian Álvarez y Fernando Valdivieso.
En los últimos años, De la Iglesia ha atravesado un bache creativo, marcado por una serie de fracasos críticos y comerciales. Películas como Balada triste de trompeta (2010), Las brujas de Zugarramurdi (2013) y Mi gran noche (2015) han sido recibidas con indiferencia o abiertamente criticadas por su falta de originalidad y su excesiva dependencia del humor negro.
Sin embargo, con 1992, De la Iglesia parece haber encontrado una nueva musa: la historia de España en el año que marcó un antes y un después en su historia reciente. La miniserie se centra en los acontecimientos que rodearon los Juegos Olímpicos de Barcelona y la Exposición Universal de Sevilla, dos hitos que transformaron la imagen del país ante el mundo.
Si bien la premisa de 1992 es intrigante, es la actuación de Marian Álvarez y Fernando Valdivieso lo que realmente eleva la miniserie a nuevas cotas. Álvarez interpreta a Lola Mendieta, una periodista ambiciosa que se ve envuelta en una peligrosa trama de corrupción, mientras que Valdivieso da vida a Juanjo Millán, un policía cuyas investigaciones amenazan con desvelar oscuros secretos del pasado.
La química entre Álvarez y Valdivieso es innegable, y sus interpretaciones aportan profundidad y credibilidad a personajes que podrían haber caído fácilmente en la caricatura. Álvarez, en particular, ofrece una clase magistral de actuación, demostrando una vez más su versatilidad y su capacidad para habitar personajes complejos y con múltiples capas.
Si bien 1992 tiene algunos defectos innegables, como su ritmo errático y sus ocasionales momentos de melodrama excesivo, su estilo visual deslumbrante lo compensa en gran medida. De la Iglesia utiliza una paleta de colores audaces, cámara en mano y montajes rápidos para crear una estética inmersiva y vibrante que refleja el espíritu caótico y frenético de la España de principios de los 90.
La miniserie es un festín visual, una celebración del exceso y la extravagancia que recuerda el mejor trabajo de Pedro Almodóvar. De la Iglesia no rehuye las imágenes impactantes y las escenas perturbadoras, pero siempre las utiliza con un propósito narrativo, amplificando el drama emocional de la historia.
1992 no es una obra maestra, pero es un recordatorio del talento innegable de Álex de la Iglesia y su capacidad para sorprender y desafiar a su audiencia. Gracias a las inspiradas interpretaciones de Marian Álvarez y Fernando Valdivieso, y a su estilo visual deslumbrante, la miniserie evita el hundimiento y se convierte en un triunfo de la forma sobre el contenido.
Mientras De la Iglesia se embarca en nuevos proyectos, 1992 sirve como un recordatorio de su capacidad para reinventarse, adaptándose a los tiempos cambiantes y encontrando nuevas formas de expresar su singular visión del mundo.