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El teletrabajo, que se convirtió en una práctica generalizada durante la pandemia de COVID-19, está dando paso gradualmente a un regreso parcial a las oficinas. Sin embargo, este retorno está creando una nueva división entre los empleados, favoreciendo a los trabajadores ricos y a los supervisores en detrimento de los demás.
El teletrabajo ha demostrado ser un importante beneficio para los trabajadores acomodados. Al eliminar los desplazamientos y los costes asociados, el trabajo a distancia les permite ahorrar tiempo y dinero. Además, tienen más flexibilidad para equilibrar su vida profesional y personal, ya que pueden establecer sus propios horarios y trabajar desde cualquier lugar con conexión a Internet.
Por el contrario, los trabajadores con ingresos más bajos a menudo no tienen las mismas opciones. Pueden depender del transporte público, que puede ser caro y poco fiable, o pueden vivir en viviendas más pequeñas donde no hay espacio para montar un espacio de trabajo dedicado. También es más probable que tengan que cuidar de niños u otros miembros de la familia, lo que dificulta el teletrabajo a tiempo completo.
Los supervisores también están sacando provecho del teletrabajo. Les permite controlar más fácilmente a sus empleados, ya que pueden supervisar constantemente su actividad online. También les resulta más fácil evitar conversaciones difíciles o enfrentamientos en persona, ya que pueden comunicarse a través del correo electrónico o los mensajes instantáneos.
Además, el teletrabajo puede dar a los supervisores una sensación de poder y control. Pueden elegir quién trabaja a distancia y quién no, y pueden utilizar el teletrabajo como una herramienta para recompensar o castigar a los empleados. Esto puede crear un entorno de trabajo tóxico, en el que los empleados temen hablar o cuestionar a sus superiores.
La creciente brecha entre los que pueden teletrabajar y los que no está teniendo un impacto negativo en la igualdad de oportunidades. Los trabajadores ricos y los supervisores tienen más probabilidades de conseguir teletrabajo y, por tanto, más probabilidades de avanzar en sus carreras. Los trabajadores con ingresos más bajos y los que tienen menos experiencia tienen menos probabilidades de poder teletrabajar y, por tanto, tienen menos probabilidades de progresar en sus carreras.
Esto está creando una fuerza laboral de dos niveles, en la que los trabajadores ricos y los supervisores tienen más oportunidades y más poder, mientras que los trabajadores con ingresos más bajos y los que tienen menos experiencia se quedan atrás.
Es esencial abordar la creciente brecha entre los que pueden teletrabajar y los que no para garantizar la igualdad de oportunidades en el lugar de trabajo. Esto implica crear políticas que garanticen que todos los empleados tengan acceso al teletrabajo, independientemente de su nivel de ingresos o experiencia.
También es importante que los supervisores reciban formación sobre cómo gestionar eficazmente a los empleados que trabajan a distancia. Esto incluye la creación de una cultura de confianza y respeto, y el establecimiento de expectativas claras sobre la productividad y la comunicación.
La vuelta a las oficinas tras la pandemia de COVID-19 está creando una nueva brecha entre los empleados, convirtiendo el teletrabajo en un privilegio para los ricos y los jefes. Esta brecha tiene un impacto negativo en la igualdad de oportunidades, creando una fuerza laboral de dos niveles en la que los trabajadores ricos y los supervisores tienen más oportunidades y más poder, mientras que los trabajadores con ingresos más bajos y los que tienen menos experiencia se quedan atrás.
Para abordar esta brecha, es esencial crear políticas que garanticen que todos los empleados tengan acceso al teletrabajo y proporcionar a los supervisores formación sobre cómo gestionar eficazmente a los empleados que trabajan a distancia.