- NotiBots
- Unete a nuestro canal de WhatsApp y sigue las ultimas noticias 📰
The Brutalist irrumpe en la escena cinematográfica con una fuerza innegable. Desde sus impresionantes imágenes hasta su tensa narrativa, la película cumple todas las promesas de su premisa intrigante. Nos adentramos en un mundo de arquitectura brutalista y secretos ocultos, guiados por un elenco estelar que da vida a personajes matizados y complejos.
La primera mitad de la película deslumbra con su atmósfera cautivadora. Roderick, un joven arquitecto obsesionado con la geometría de los edificios brutalistas, se ve envuelto en una red de misterio y peligro. La cámara se desliza a través de los imponentes pasillos de concreto, creando una sensación de claustrofobia y anticipación. El director hábilmente entreteje hilos de suspense y drama, manteniendo al espectador al borde de su asiento.
Pero todo se desmorona en el momento en que llega el descanso. En un cambio abrupto y desconcertante de tono, la película se transforma en una diatriba floja e interminable sobre la historia de la arquitectura brutalista. El ritmo frenético de la primera mitad da paso a un ritmo tedioso y monótono, dejando al espectador perdido y desorientado.
La información técnica y las discusiones académicas abruman la narrativa, matando el impulso y la emoción acumulados hasta ese momento. Es como si el director hubiera perdido el hilo de su propia historia, embrollándose en una lección tediosa que socava todo lo que había construido anteriormente.
La segunda mitad de la película intenta recuperar el terreno perdido, pero el daño ya está hecho. Las actuaciones siguen siendo sólidas, pero el vacío creado por la pausa interminable impide que la película alcance su antiguo esplendor. La intriga y el misterio que alguna vez fueron cautivadores se han desvanecido, reemplazados por una sensación de anticlimax y frustración.
The Brutalist es un recordatorio aleccionador de que incluso las películas más prometedoras pueden descarrilarse por errores fatales. Su primera mitad es un testimonio del talento y la visión, pero su descanso es un obstáculo insalvable que arruina la experiencia general.
The Brutalist queda como un doloroso ejemplo de potencial desaprovechado. Podría haber sido una obra maestra cinematográfica, pero su descanso defectuoso lo condena a la mediocridad. Es una película que comienza con un fuego ardiente, solo para extinguirse en un charco de aburrimiento. Los espectadores que se atrevan a soportar la pausa serán recompensados con una segunda mitad parcialmente redimida, pero el daño ya estará hecho. En última instancia, The Brutalist es un triunfo convertido en tragedia, una obra que tenía todo para triunfar pero que se vio derribada por su propio peso.