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En los anales de la ciberdelincuencia, existe un caso enigmático que sigue intrigando a expertos y fascinando al público hasta el día de hoy. Se trata del primer ransomware de la historia, un programa malicioso que utilizó el miedo al SIDA como anzuelo para extorsionar a sus víctimas.
A principios de la década de 1990, cuando el SIDA se cernía como una amenaza mortal, apareció un malware llamado AIDS Trojan. El virus se distribuía a través de disquetes y pretendía ser una herramienta legítima para encontrar información sobre el VIH/SIDA.
Sin embargo, una vez instalado, el malware ocultaba todos los archivos de la víctima y mostraba un mensaje escalofriante: Has sido infectado con el SIDA Virus. Envía 189 dólares a la siguiente dirección para recibir el código de descifrado y evitar daños mayores.
La cantidad de rescate exigida era inusualmente alta para la época, y el método de pago elegido fue aún más desconcertante: un cheque enviado por correo postal. Esto dificultó la localización y el enjuiciamiento de los responsables.
Según se informa, algunas víctimas se vieron obligadas a pagar el rescate por temor a exponer su estado de VIH positivo a sus familiares, amigos y empleadores. Sin embargo, no hay pruebas de que algún pago haya llevado a la recuperación de los archivos cifrados.
Hasta el día de hoy, se desconoce la identidad de los creadores del AIDS Trojan. Algunas teorías sugieren que fue obra de activistas anti-SIDA que intentaban concienciar sobre el peligro de la enfermedad, mientras que otros creen que fue un mero acto de ciberdelincuencia.
Independientemente de sus motivos, el AIDS Trojan marcó un hito en la historia de la ciberseguridad, demostrando el potencial destructivo del ransomware y el poder manipulador del miedo.
Aunque el AIDS Trojan fue erradicado hace mucho tiempo, su legado sigue resonando en la actualidad. Ha servido como recordatorio de la capacidad del malware de infiltrarse en nuestras vidas y explotar nuestras vulnerabilidades más profundas.
También ha puesto de relieve la importancia de la educación en seguridad cibernética y la necesidad constante de vigilar las nuevas amenazas que surgen en el panorama digital.
El primer ransomware de la historia sigue siendo un sombrío testimonio del ingenio malicioso de los ciberdelincuentes. Nos recuerda que incluso los peores temores pueden utilizarse como armas para extorsionar y que debemos estar siempre alerta ante las nuevas amenazas que acechan en el mundo digital.