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El final de 1992 es un juego de espejos, donde la realidad y la ficción se entrelazan. La escena final nos muestra a Javier, el protagonista de la serie, mirando un televisor en el que se emite un programa sobre el intento de golpe de Estado de 1981. Mientras ve las imágenes, Javier recuerda los acontecimientos que él mismo experimentó en 1992, y se da cuenta de que las dos historias están conectadas.
Según de la Iglesia, esta escena es una metáfora de la imposibilidad de escapar de nuestro pasado. El pasado siempre nos persigue, y siempre está ahí para recordarnos quiénes somos y lo que hemos hecho. Javier puede intentar olvidar lo que sucedió en 1992, pero nunca podrá borrarlo de su memoria.
La culpa es un tema central en 1992. Javier está atormentado por la culpa de lo que sucedió en el pasado, y esta culpa influye en todas sus acciones. Al final de la serie, Javier decide enfrentarse a su pasado y contar su historia al mundo. Esta decisión es un acto de valentía y redención.
Javier se da cuenta de que no puede seguir viviendo con el peso de la culpa, dice de la Iglesia. Tiene que contar su historia para poder seguir adelante con su vida. Es un acto de liberación.
El final de 1992 es deliberadamente ambiguo. No está claro si Javier logrará contar su historia o si su pasado lo alcanzará. De la Iglesia dice que esta ambigüedad es intencional. Quería que el final fuera abierto a interpretación, dice. Los espectadores pueden decidir por sí mismos qué le sucederá a Javier.
1992 es una serie compleja y multifacética que explora temas como la culpa, la redención y la imposibilidad de escapar del pasado. Según de la Iglesia, el mensaje de la serie es que el pasado siempre nos afecta, pero no tiene por qué controlarnos.
Podemos aprender de nuestros errores y seguir adelante con nuestras vidas, dice de la Iglesia. Pero debemos recordar que el pasado siempre estará ahí, como un espejo que nos refleja quiénes somos.