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En el suntuoso salón Neptuno del Hotel Palace de Madrid, donde más de cincuenta periodistas y una docena de fotógrafos se congregan expectantes, Arturo Pérez-Reverte se presenta con una Revolución bajo el brazo.
Es el día del lanzamiento de una nueva novela, pero también es un día para recordar otro desayuno, uno que ocurrió hace exactamente 26 años en la Ciudad de México. Allí, frente a un caballito de Herradura Reposado, el novelista repasaba una colección de postales recién adquiridas: Pancho Villa a caballo, Emiliano Zapata con sombrero y carabina, Adelita asomada al tren revolucionario. Y junto a ellos, en una cafetería elegante, anónimos y zaparrastrosos guerrilleros zapatistas desayunando café con panecillos blancos y brioches.
Aquella imagen, reproducida a partir de las fotografías del mítico archivo Casasola, quedó grabada en la memoria de Pérez-Reverte. "Es mi favorita", diría años después en un artículo del XLSemanal. "La estuve mirando largo rato (...) En la foto casi puede sentirse el olor a sudor campesino y revolucionario, la ruda hombría de esos peladitos calzados con guaraches que se echaron al campo a pelear."
Era una fotografía que contaba una historia, una historia que décadas más tarde se transformaría en novela. "Todos los personajes, las situaciones y la trama de Revolución quedaban fijados en aquel breve texto a modo de fotografía espectral del córtex complejo y único de quien vive cazando historias", escribe Pérez-Reverte.
Algo similar ocurrió con Lo que el viento se llevó, la épica película que se convertiría en la más taquillera de todos los tiempos. Cuando el productor David O. Selznick se acercó a Gary Cooper para ofrecerle el papel de Rhett Butler, la estrella de Hollywood lo rechazó rotundamente.
"Va a ser el mayor fracaso de la historia", profetizó Cooper. "Nadie quiere ver una película sobre la Guerra Civil."
Sin embargo, Selznick estaba decidido a hacer realidad su proyecto. Después de un largo proceso de búsqueda, finalmente encontró a su Rhett Butler en Clark Gable, quien aceptó el papel a regañadientes.
El resto es historia. Lo que el viento se llevó se convirtió en un fenómeno cultural, ganando ocho premios Óscar y recaudando más de 400 millones de dólares en todo el mundo.
La historia de Lo que el viento se llevó y el rechazo de Gary Cooper nos enseña la importancia de la intuición en la creación artística. A veces, los grandes éxitos nacen de ideas que, en un principio, parecen condenadas al fracaso.
Es el caso de Lo que el viento se llevó, una película que nadie quería hacer. Y es el caso de Revolución, una novela que surgió de un desayuno en Sanborns.
En ambos casos, los creadores confiaron en su intuición y perseveraron a pesar de los obstáculos. El resultado fueron dos obras maestras que han perdurado en el tiempo.
La historia de Lo que el viento se llevó y el rechazo de Gary Cooper es un recordatorio de que, a veces, las mejores ideas son aquellas que van en contra de la corriente. Es un recordatorio de que la intuición es un arma poderosa en la batalla de la creación artística.