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En Oh, Canadá, Catherine Reitman se aventura en el mundo de la dirección, brindándonos una película que se asemeja a una amalgama de las obras maestras de Paul Schrader, manteniendo algunos de sus rasgos distintivos pero careciendo de su enfoque cohesivo.
Reitman captura la esencia de los temas preferidos de Schrader, centrándose en personajes que luchan con sus demonios internos y buscan expiación por sus pasados turbios.
La dirección de Reitman evoca el estilo de Schrader, utilizando primeros planos penetrantes y una edición precisa para explorar las complejas emociones de sus personajes.
Si bien Oh, Canadá explora temas serios con una seriedad inquebrantable, también intenta insertar elementos de humor negro, lo que genera una sensación de disonancia.
La película presenta una serie de subtramas que compiten por la atención del espectador, pero no siempre logran converger en un clímax satisfactorio.
Oh, Canadá es una película compleja e intrigante que exhibe el talento de Reitman como cineasta, pero su lucha por definir su género y encontrar una trama coherente la retiene de alcanzar todo su potencial. A pesar de sus defectos, los destellos de brillantez de Schrader presentes en toda la película hacen que valga la pena explorarla.