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Las relaciones entre Colombia y Estados Unidos atraviesan uno de sus momentos más tensos tras la reciente decisión del gobierno estadounidense de suspender temporalmente el trámite de visas para los ciudadanos colombianos. Este movimiento, sin precedentes, responde a la negativa del presidente Gustavo Petro de permitir la llegada de aviones militares norteamericanos con migrantes deportados desde ese país.
En un comunicado contundente y a través de redes sociales, el mandatario colombiano defendió su postura, subrayando que su prioridad es garantizar el respeto y la dignidad de los migrantes. “Primero es la dignidad de Colombia y América Latina. Los migrantes son seres humanos y sujetos de derechos”, expresó Petro. Este mensaje no solo reafirma su compromiso con los derechos humanos, sino que también plantea una crítica abierta a la forma en que las potencias manejan los flujos migratorios.
La decisión de Petro de devolver los aviones militares estadounidenses ha generado una fuerte reacción por parte de Washington, lo que evidencia un distanciamiento en la relación bilateral. Según el mandatario, el traslado de migrantes debería realizarse en aviones civiles, asegurando un trato más humano y respetuoso.
Por otro lado, Petro trajo a colación una cifra que pocos conocían: en Colombia residen más de 15,000 ciudadanos estadounidenses en condición migratoria irregular. En este sentido, el presidente ha propuesto mecanismos de regularización que fomenten la legalidad y frenen las dinámicas de exclusión.
Este choque diplomático se produce en un contexto especialmente sensible. La región del Darién, un paso clave para los migrantes que buscan llegar a Estados Unidos, se ha convertido en un símbolo de las crisis migratorias en América Latina. Petro advirtió que si no se trabaja en estrategias de regularización, las actividades ilegales y los riesgos asociados continuarán aumentando, como ya ocurrió tras el bloqueo de Estados Unidos a Venezuela.
La suspensión de trámites de visa afecta directamente a miles de colombianos, entre ellos estudiantes, trabajadores y familias que planeaban viajar a Estados Unidos. Esta medida marca un antes y un después en las relaciones entre ambas naciones, dejando en el aire preguntas sobre posibles represalias adicionales o soluciones diplomáticas en el futuro próximo.
Aunque Petro ha dejado claro que no cederá en su postura, este enfrentamiento plantea un escenario de incertidumbre para los colombianos y un reto mayúsculo para la política exterior del país.